Una familia se levanta decente por la forma como los progenitores se comportan cumpliendo con sus deberes, porque de su proceder va a depender el futuro de la comunidad familiar; los hijos no llegarán a ser otra cosa que la expresión de los padres. “No hay infecciones de la sangre peores que las que se heredan de padres epravados”.
Ciertamente, los ascendientes viciosos en sus costumbres son los que llenan a las sociedades de corrompidos y pervertidos. La maternidad adolescente es un problema que recurrentemente salta a la prensa como un problema de salud, económico y social grave.
El hijo bien educado en la casa, si en el curso de su vida pierde resistencia educativa, la tacha no es culpa de sus padres; hay que buscarla en una causa extraña a la orientación que le dieron.
Los hogares lo conforman mujeres solas, criando hijos producto de una noche de amor, de una violación, o de una relación agotada. La disfuncionalidad familiar, norma desde siempre el desarrollo humano de la sociedad, llenando las calles de niños abandonados.
Normalmente lo enfocamos pensando en las madres-niñas, y clamando por políticas de educación sexual, medidas para asegurar que no desertará de la escuela o de ayuda de asistencia social directa.
Pocas veces se trata la responsabilidad del padre. Y la paternidad irresponsable es, si no la causa principal, sí uno de los factores principales.
Tener "un hijo en la calle" es una situación tan aceptada, tan asimilada socialmente, que será difícil dar la vuelta al problema.
La violencia hacia la mujer y la paternidad irresponsable son una desgracia
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